Pujilí Dulce Aroma, el título de la canción que define a un pueblo que es mezcla de romance, cultura, paisajes, de una geografía envidiable, sitio en el que viven hombres y mujeres que se han acostumbrado al ritmo apacible de vida; este es el colofón que teje un dulce aroma, que inspira una multitud de sentimientos y emociones que hacen de Pujilí único en su especie.
Quienes habitamos en Pujilí, recordamos con emociones y cierta picardía, que las tradicionales calles estrechas, con cierto aire colonial, se amoldan perfectamente para los variados galanteos a las tiernas y coquetas “huambras”, escenas que retratan la intensa pasión con que la juventud viven sus amoríos; es innegable son callejuelas románticas, que cuentan con el aval del aire romántico que inspira la noche, cuyo manto cobija y enciende la chispa pasional. Retrato que se funde con aquella cadena montañosa, que forma una corona andina, que bordea las callejuelas románticas, que hacen su centro citadino.
Es paisaje propio de los Andes, de extraordinarias características, es la vitrina de la biodiversidad en las que se esconde y se muestra la elegancia de sus grandes montañas, que son el albergue de nuestros pueblos ancestrales y de sus duras condiciones de vida. Páramos que son la fuente del agua cristalina que nos nutre y que dan la vida misma, observar a Pujilí desde sus incontables miradores naturales es una experiencia gratificante, mucho más aun cuando los silbidos del viento nos susurra en los oídos cual melodías, que nos alertan en el resplandor de su cielo de la presencia de volcanes y nevados.
El danzante figura que nos ha dado identidad, debe ser recuperado en su real dimensión, no como un hecho festivo solamente, sino en su verdadero valor; “son tus hijos Pujilí cual herencia del danzante”, no es una figura literaria, es un llamado a reconocernos, que somos hijos de indígenas, que somos mestizaje vivo y puro, que nuestro danzante también sufrió las modificaciones de la conquista española, que lo alejó a nuestro taita “Inti Raimi” ha sido reemplazado por lo comercial y por el teísmo para llamarlo Corpus Christi. El danzante es la muestra del coraje y de la grandeza, quizá la mayor herencia de nuestros pueblos originarios, que no se acostumbraron a ser dominados.
La comuna es la forma más elevada de organización de nuestros pueblos, de donde se desprenden los valores de la minga, de la solidaridad, del Pujilí profundo de aquel que no se mira todos los días, que se mixtura con los caseríos y los recintos de nuestro subtrópico, se convierten entonces en el candor que abriga esperanzas y trabajo para conservar un verdor cañaveral, fuente de las economías del montubio de nuestras tierras.
El llano pujilense es parte de la vida diaria de nuestros campesinos, que habitan alrededor de la ciudad que de a poco se acerca a sus límites, de cuyos suelos yergue el fino capulí, madera de extraordinarias características, el sabor inconfundible de sus frutos nos anuncia la llegada del temporal invernal y de su frescura. A modo de paréntesis, el Capulí debe ser declarado patrimonio del cantón, para establecer procesos de conservación de la especie y evitar así su desaparición. La tierra blanca es propia de los llanos de donde nace el capulí, misma que contrasta con la arcilla que hacen de la Victoria ese centro de producción artesanal de la cerámica, siendo las vasijas de diferentes tipos la principal producción por los alfareros.
Esta es una pequeña descripción de un Pujilí, que guarda en sus entrañas muchas características imposibles de abarcar en una composición quizá todas al juntarlas aun todavía no logren describir a nuestro pueblo.